Classipress o manteniendo el codigo todavia en la poesia
TGG
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Buscando material para analizar por qué existía ClassicPress y lo necesario que era, no sabía que esto me llevaría a descubrir cómo el “mejorar la web” solo la convirtió en un lugar anodino, falto de originalidad o experimentación, similar a un comercial donde, en algunas partes, hay contenido para leer. Llegué al único lugar donde se podía encontrar información relevante sobre este CMS, pero al leer el artículo, solo quedó en mí una idea fuerza:
*«Intentar crear páginas web en ClassicPress sin conocimientos de código resulta una tarea casi imposible»* (Iguana WP).
Esta frase, lejos de ser una crítica, es un elogio. WordPress nació como un *fork* de b2/cafelog precisamente porque su predecesor fue abandonado. En sus inicios, era una herramienta cruda pero honesta: **un CMS para publicar, no un juguete para arrastrar bloques**. Pero al parecer, eso hoy es solo una anécdota, lo que me llevó a darme cuenta de una realidad.
Desde hace poco, las personas se inclinan por ideas que, en lugar de impulsar la creatividad o la investigación, estancan ambas. El diseño y el desarrollo web se redujeron de la noche a la mañana a comentarios jocosos sobre la velocidad o lentitud de los sitios, creando un sinfín de reglas que, para bien o mal, dieron lugar a una web más rápida pero carente de propuestas. Incluso un texto plano tiene ahora más originalidad que cualquier página web. Donde antes primaban el debate técnico y el arte de pulir cada línea de código, ahora reinan “expertos” con más afinidad por el coaching empresarial que por la programación o el diseño. Frases como “PHP está muerto, usa React” o “WordPress es lento, mejor Squarespace” no solo revelan nociones falsas, sino excusas simplonas para no buscar soluciones con sus propias manos. Pero esto no es extraño: son síntomas de una industria que idolatra la inmediatez y desprecia el oficio.
Desde la popularización de las IA —un término muy debatible, como se discute en esta conferencia de Richard Stallman, quien trabajó en el Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT—, se ha promovido la estandarización y la minimización del esfuerzo en el desarrollo web. Esto ha llevado a que todas las páginas se vean similares, bajo pautas que limitan la experimentación. Por eso existen sitios como Motherfuckingwebsite.com o Every Fucking Bootstrap Web, que evidencian lo obvio: hemos cambiado elegancia por conveniencia, dañando la esencia de la web.
WordPress: ¿El código sigue siendo poesía?
A principios de los 2000, WordPress nacía como un fork de b2/cafelog debido al abandono de su predecesor. En sus inicios, era una herramienta cruda pero honesta: un CMS para publicar, sin más pretensiones. Con el tiempo, los CMS ganaron popularidad, evolucionando hasta convertirse en plataformas para ventas, enseñanza y más. Pero en 2003 llegó una mal llamada “revolución” web, acompañada de HTML5 y nuevas tecnologías (como Python o Blade). Sin embargo, su impulso no vino de los desarrolladores, sino de empresas buscando sitios automáticos y baratos, sin necesidad de diseñadores o programadores.
Se establecieron pautas —hoy llamadas “buenas prácticas”—, que no eran más que reglas impuestas por empresas que querían que la web se adaptara a sus limitaciones, en lugar de explorar sus posibilidades. Esto desató una fiebre tóxica por el desarrollo web bajo frameworks, donde el usuario ya no necesitaba saber código. Con la llegada de ASP.NET, esto se normalizó, y el ambiente, que antes giraba en torno a cómo hacer web, se convirtió en algo parecido a un vendedor de elixir en el Lejano Oeste. Mientras tanto, los CMS crecían: algunos se volvieron LMS o eCommerce. WordPress, por su parte, lo abarcó todo mediante plugins, aunque manteniendo su esencia como CMS.
Esto ya no se trata de hacer web
Poco a poco, surgió una nueva tendencia: “sitios con un clic”. Comenzó una carrera por dominar este mercado de sitios pre-alojados… Sí, mercado, porque ya no se hablaba de programación, diseño o web, sino de finanzas, ingresos y números. Fue aquí donde proyectos como Font Awesome (como ya analicé en otro post) perdieron el rumbo, buscando abrirse a la bolsa (dejando atrás la comunidad). WordPress no fue la excepción.
El declive comenzó en 2006, cuando la obsesión por la “amigabilidad” lo convirtió en un monstruo:
Plugins como Elementor o Divi prometieron democratizar el diseño, pero solo añadieron capas de bloat.
Curiosamente, la obsesión por la velocidad no fue tan relevante al principio, pero sí en el backend… Y llegó lo inevitable: Gutenberg.
WordPress: “JSON será tu poesía”
Hoy, WordPress ya no es una herramienta: es un Frankenstein que necesita 50 plugins para imitar lo que antes se hacía con 10 líneas en functions.php. De ser un desarrollo para la gente, pasó a ser un mercado de compraventa de activos dentro de su propio motor. Gutenberg, en principio una solución para el contenido, se convirtió en una pesadilla, priorizando que “hasta un niño lo use” sobre que “un profesional lo ame”. Cambiaron su lema de “El código es poesía” a “JSON será tu poesía”. Esto llevó a la comunidad a crear un fork para rescatar la esencia original del CMS: desarrollo completo, con un motor amigable en PHP.
ClassicPress: Un fork necesario
Un sitio web debe ser una carta de amor a la innovación o la experimentación, y WordPress ya no lo era. ClassicPress vino a calmar las aguas, siendo una alternativa seria. No se trata de nostalgia por TinyMCE (de hecho, sería mejor reemplazarlo por algo como SlateJS), ni de rechazar Gutenberg (puede instalarse), sino de crear sitios sin depender de plugins innecesarios, volviendo a functions.php como siempre debió ser.
ClassicPress llena un vacío que Drupal o Joomla nunca supieron ocupar: un CMS con soporte a largo plazo, libre de ataduras y técnicamente sólido. Su lógica es similar a la de Debian: un entorno estable, sin lo último en tecnología, pero 100% funcional. Es un CMS para proyectos serios, no un amasijo de plugins o una “caja de legos sin código” que, en realidad, son jaulas de oro disfrazadas de jardín infantil